Antes de
la nueva vida en Cristo, éramos hijos del diablo:
Juan
8:44a “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de
vuestro padre queréis hacer” (Subrayado añadido).
Efesios
2:1-3 “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por
naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Subrayado añadido).
1 Juan
3:8a “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde
el principio”.
Pero en
la vida nueva en Cristo, somos hechos hijos de Dios:
2
Corintios 6:18 “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e
hijas, dice el Señor Todopoderoso”.
Juan
1:12-13 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
Romanos
8:14-17 “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son
hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar
otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el
cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.
Efesios
1:4-5 “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado
para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad”.
Hebreos
2:11-15 “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son
todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré
a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. Y otra vez:
Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así
que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó
de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte
estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.
En base a
esta evidencia bíblica, los creyentes ya no son más hijos del diablo, sino que
son hijos de Dios una vez que hemos creído por gracia en Jesucristo conforme a
Su soberana voluntad.