El texto a analizar:
1
Corintios 9:25-27 “Todo aquel que
lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera
corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el
aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
Este
texto no es un aval para la pérdida de la salvación, sino de las
recompensas. Pasajes en contexto paralelo:
Santiago
1:12 “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque
cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha
prometido a los que le aman”.
Hebreos
12:1-2 “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia,
y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios” (Subrayado añadido).
2
Timoteo 2: 4-7 “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin
de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como
atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar
de los frutos, debe trabajar primero. Considera lo que digo, y el Señor te
dé entendimiento en todo”.
2
Timoteo 4:7-8 “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado
la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me
dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos
los que aman su venida”.
Con
esto concluimos que, en realidad, se refiere a las recompensas, su pérdida o
ganancia de ellas; no a la salvación; el galardón es para los que superan las
tentaciones mediante la gracia de Cristo; despojándose del pecado que nos
asedia y su peso. De ahí la figura de la carrera.
Otro
pasaje que lo corrobora:
1
Corintios 3:10-15 “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire
cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno
edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la
obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por
el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida,
si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (Subrayado
añadido).
Entonces,
comprobamos que lo que se pierde es la recompensa por causa de las malas obras
(madera, heno, hojarasca); y las buenas obras garantizan galardón (oro, plata,
piedras preciosas).
Un
último pasaje, sobre las recompensas: El Sermón del Monte. Por favor checa todo
el contexto del mismo:
Mateo
5:1-16 “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus
discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba,
diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la
tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados
los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados
los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os
vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los
cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de
vosotros. Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se
desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo;
una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una
luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos
los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está
en los cielos” (Subrayado añadido).