Nuevamente,
el Ps. Miguel Rosell comenta:
“Volviendo
a Adán, la diferencia entre el primer hombre antes de la caída y del hombre
natural, es que este último, por su naturaleza de depravación total - a
diferencia de Adán que sí lo tuvo - no tiene un verdadero libre albedrío, ya
que le es imposible elegir a Dios, por cuanto está cortado de Él. Nadie puede
elegir lo que no conoce, por no poder conocerlo. Nadie puede elegir lo que no
les dado a elegir” (1).
En el
hombre natural, el reprobado o muerto espiritual no quiere nada con Dios y
necesita ser regenerado para creer. De hecho, el hombre no regenerado desea y
practica el pecado, lo cual, lo hace responsable de sus actos:
Efesio 2:1-3 “Y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en
los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos
nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo
la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás” (Subrayado añadido).
Sin
embargo, eso no quita ninguna responsabilidad delante de la Ley de Dios por la
cual el Soberano juzga (Léase Romanos 2:14-16).
Dios no
puede ser autor del pecado, porque dicha tesis contradice Su Palabra:
Santiago 1:13-25 “Cuando alguno es tentado, no
diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado
por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es
tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado;
y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (subrayado añadido).
Por
tanto, Dios no se hace cargo de la maldad de los hombres reprobados o perversos
o muertos espirituales, pero sí de aquellos que han nacido de nuevo; he ahí una
diferencia (recordemos que la salvación es de Dios y ello involucra la
regeneración, la justificación, la santificación, la glorificación, etc.). Él
no provoca el pecado, pero sí permite el mal para sus propósitos, para
manifestar Su Gloria y Su justicia.
De otro
modo, en términos de la aplicación del juicio divino, ¿Cómo sería Dios capaz de
mostrar justicia divina (la referencia que Él diga lo que es justo y bueno) sin
mostrar la referencia de la maldad? ¿Cómo sería Dios sin determinar una ley por
la cual Él pueda regir y gobernar? El SEÑOR no deja de ser Dios si permite la
maldad. Él rige sobre todos. De hecho, si hubiera intervención, no habría
libertad ni responsabilidad por parte del hombre, no habría reprobados ni
tampoco la redención por medio de Cristo, ni mucho menos alabanza de Su
Gloria.
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FUENTE BIBLIOGRÁFICA:
(1) “LA
ELECCIÓN DE DIOS…y la responsabilidad del hombre”; Ps. Miguel Rosell Carrillo,
Madrid, España. Pág. 10