Filipenses
2:6-8 “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como
cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló
a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
J. Alec Motyer comenta:
“Finalmente,
este acto hacia a Dios y hacia el hombre, fue emprendido por la voluntad y el
consentimiento del mismo SEÑOR Jesús. Ningún otro lo hizo: Se humilló a Sí
mismo. Este rasgo tan central de Filipenses 2:6-8 debe encontrar sus raíces en
Isaías 53, en especial los versículos 7-9, en donde por primera vez en el
Antiguo Testamento nos encontramos con un sacrificio consentido.
[Isaías
53:7-9 “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue
llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su
generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los
vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los
impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad,
ni hubo engaño en su boca”.]
A
través de los largos años de sacrificios de animales, el SEÑOR había hecho
familiar la lección de que en los propósitos divinos podía haber una
transferencia del pecado y de la culpa de la cabeza del culpable a la cabeza
del inocente. Cuando un pecador traía su animal al altar y ponía sus manos
sobre la cabeza de la víctima (Léase Levítico 1:4; 3:2; 4:4; etc.), la lección
era clara: éste está en mi lugar; éste carga mi pecado. Sin embargo, la
sustitución, era incompleta, porque la ciudadela central del pecado, la
voluntad, no tenía representación en el animal que no tenía entendimiento ni
daba su consentimiento. Isaías previó que solamente un Hombre Perfecto podía ser
el sustituto perfecto y que en el corazón de esta perfección yacía una voluntad
que se deleita en hacer la voluntad de Dios (Compárese Salmo 40:6-8; Hebreos
10:4-9)” (Paréntesis añadidos) (*1).
____________________________
Fuente
bibliográfica:
(*1) - “EL MENSAJE DE
FILIPENSES”, “Jesucristo, nuestro regocijo”; Capítulo 11 “La mente de Cristo
(2:5-8)”. Por J. Alec Motyer. Editorial PORTAVOZ. Pág. 118-119. Entre corchetes
añadidos.