julio 01, 2013

COMENTARIO DE FILIPENSES 2:6-8

Filipenses 2:6-8 “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

J. Alec Motyer comenta: 

“Finalmente, este acto hacia a Dios y hacia el hombre, fue emprendido por la voluntad y el consentimiento del mismo SEÑOR Jesús. Ningún otro lo hizo: Se humilló a Sí mismo. Este rasgo tan central de Filipenses 2:6-8 debe encontrar sus raíces en Isaías 53, en especial los versículos 7-9, en donde por primera vez en el Antiguo Testamento nos encontramos con un sacrificio consentido.

[Isaías 53:7-9 “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”.]

A través de los largos años de sacrificios de animales, el SEÑOR había hecho familiar la lección de que en los propósitos divinos podía haber una transferencia del pecado y de la culpa de la cabeza del culpable a la cabeza del inocente. Cuando un pecador traía su animal al altar y ponía sus manos sobre la cabeza de la víctima (Léase Levítico 1:4; 3:2; 4:4; etc.), la lección era clara: éste está en mi lugar; éste carga mi pecado. Sin embargo, la sustitución, era incompleta, porque la ciudadela central del pecado, la voluntad, no tenía representación en el animal que no tenía entendimiento ni daba su consentimiento. Isaías previó que solamente un Hombre Perfecto podía ser el sustituto perfecto y que en el corazón de esta perfección yacía una voluntad que se deleita en hacer la voluntad de Dios (Compárese Salmo 40:6-8; Hebreos 10:4-9)” (Paréntesis añadidos) (*1). 

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Fuente bibliográfica: 
(*1) - “EL MENSAJE DE FILIPENSES”, “Jesucristo, nuestro regocijo”; Capítulo 11 “La mente de Cristo (2:5-8)”. Por J. Alec Motyer. Editorial PORTAVOZ. Pág. 118-119. Entre corchetes añadidos.